Hoy, 1 de mayo, en muchos lugares del mundo felicitamos a los trabajadores en esta fiesta que en estos momentos y por estas circunstancias tiene unas características complejas, pues no existe ocasión propicia para las tradicionales manifestaciones reivindicativas por el llamado diálogo social, justicia social, el equiparamiento salarial, las condiciones justas en el ámbito laboral y otras tantas que se hacen omnipresentes en una jornada como la de hoy. El Covid-19 también ha hecho posible que estas celebraciones interpelantes se realicen y transcurran de otro modo, tal vez de forma virtual, pero no por ello menos importantes.
Recordando la proximidad de esta fecha, repasaba mis apuntes sobre Enseñanza Social de la Iglesia y llamaba poderosamente mi atención la figura de una personalidad que conoció desde dentro el mundo obrero y que trabajó incansablemente por la juventud en el mundo laboral, me refiero al Cardenal belga, Joseph Cardijn. Desde el inicio de su ministerio como sacerdote tuvo una especial sensibilidad con el compromiso social y los jóvenes que trabajaban en condiciones muy duras e injustas a comienzos del s. XX. Fue fundador de la JOC (Juventud Obrera Católica), fue capellán de los sindicatos cristianos belgas y agrupó a los jóvenes obreros de Bruselas en la llamada Juventud Sindicalista. Es a día de hoy considerado el apóstol de los trabajadores. Puedo deciros que se encuentra actualmente en proceso de beatificación. Esperemos ver concluido pronto este proceso.
Conoció a Juan XXIII quien le animó en este empeño y a quien quiero referir hoy por su valoración no solo de las complicaciones que puedan surgir en el mundo del trabajo, sino como referente en su pensamiento a una afirmación que repitió constantemente al Cardenal con el cual hemos iniciado esta reflexión de hoy. «La justicia – dirá Juan XXII- se defiende con la razón y no con las armas; no se pierde nada con la paz y puede perderse todo con la guerra. Nada de lo que ocurra a los hombres y mujeres de este mundo – continuará el Papa- nos ha de resultar ajeno».
Oímos hablar muy a menudo de la denominada justicia social en diversos ámbitos del mundo obrero y del campo de la política y de lo social. Desde el punto de vista cristiano, no podemos dejar pasar desapercibido un planteamiento muy interesante que en el año 2007 cuando el Papa Benedicto XVI presidió la V Conferencia del Consejo Episcopal latinoamericano y del Caribe quedó plasmado en el documento de Aparecida donde se nos invita a pensar en el binomio justicia social- caridad cristiana. Para ello, se nos ofrecen tres vías en orden al estudio y para poder ofrecer una respuesta eficaz y comprometida en las diversas circunstancias donde trabajamos y desarrollamos nuestras labores y ocupaciones profesionales.
En primer lugar, es necesario estar atentos a la misericordia para aquellos que pueden ser más vulnerables en sus derechos fundamentales. En esta pandemia tendremos que estar atentos para que los posibles atropellos que fruto de la insensibilidad de algunos hayan originado sufrimiento en muchas familias se vean restablecidos en orden a una atención necesaria y legítima.
En un segundo momento, debemos esforzarnos por fomentar estructuras razonables y equitativas en el orden nacional e internacional. Para ello, los esfuerzos tendrán que unirse, procurando en todo momento que este valor, me refiero al concepto justicia, promueva el respeto igualitario de los derechos y las obligaciones de todo ser humano en el conjunto de la sociedad y en las diversas situaciones laborales.
Como tercer elemento a tener en cuenta, se invita a generar una serie de configuraciones que consoliden un orden social, político y económico donde realmente existan posibilidades para todos.
Estas circunstancias han de hacer posible que exista una auténtica convivencia humana donde se facilite un diálogo constructivo y donde desaparezca la injusticia y la diferencia entre clases sociales, intentando que el llamado Tercer y Cuarto Mundo puedan ser atendidos en sus demandas más inminentes y necesarias.
Con mi reconocimiento y agradecimiento a todos los trabajadores por la labor tan importante que realizan en favor de nuestra sociedad. En este día recibid mi apoyo y mi oración. También, de forma muy especial, a los jóvenes emprendedores y a la juventud obrera.
Comparto el pensamiento del Cardenal Cardijn, con el cual no puedo estar más de acuerdo: «Un joven trabajador vale más que todo el oro del mundo».
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¡¡¡Adelante , Padre, es un muy hermoso proyecto !!!
Muchas gracias por centrar hoy la reflexión sobre la justicia social y el MUNDO DEL TRABAJO, teniendo presente, como en las anteriores, la situación crítica q vivimos en estos momentos. Pidamos al Señor que tomemos conciencia de esta realidad y practiquemos la fraternidad y ayuda solidaria a nuestros hermanos trabajadores. UN FUERTE ABRAZO PARA TODOS
Con motivo del día del trabajador quiero exponer una pequeña parte del capítulo de Deuteronomio: No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado.