En el año 2008 Celine Dion y Andrea Bocelli hicieron de la música un momento de plegaria. Hoy os invito a realizar la meditación de un modo distinto al habitual: es conveniente escuchar primero la canción que se adjunta debajo de estas líneas para poder seguir la reflexión propuesta en el día de hoy que versará en torno a ella.

He de decir que cuando escuché la canción por primera vez, esta me emocionó profundamente, pues en ella están contenidos elementos muy importantes que dan un sentido verdadero y cierto a la fuerza de la oración.

The Prayer. Celine Dion y Andrea Bocelli.

Ciertamente nuestros ojos cansados humedecidos por las lágrimas, en algunos momentos demasiado abiertos, observan realidades que van surgiendo en el transcurso de los días. No es lo mismo tener los ojos abiertos que mirar con la mirada de Dios. Para tener la misma mirada del Señor hemos de posar nuestros ojos en sus ojos y pedir su amparo constantemente.

Invocar y sentir la presencia de Dios permitirá que su Espíritu nos conceda el don de la Sabiduría para que nos asista en los momentos de duda e incertidumbre como el de ahora. Será su gracia, su fuerza la que nos permitirá volver a encontrar el camino de la vida, de la salvación y de la calma.

El regalo de la Fe que Dios nos ha concedido es el que utilizaremos para poder avanzar y será este obsequio de Dios el que hará posible poder reconocerlo como salvador en nuestra vida y en las circunstancias que la acompañan.

Dios, salvador, vencedor del mal; guía eficaz en los duros momentos de la existencia; compañero de viaje que nos alienta, nos acompaña, nos habla y hace que el corazón arda con deseos renovados de confianza es el único que puede sostener y abrirnos horizontes reales y posibles de futuro y de libertad.

El mundo nuevo que habrá de surgir después o, al menos, que debiéramos pensar habría de ser un mundo sin violencia donde los odios, los rencores, las guerras, las disputas, las pequeñas o grandes rencillas puedan superarse en beneficio de un bien común para todos los pueblos; una civilización donde imperara la atención y el cuidado a los que denominamos más vulnerables y un compromiso por parte del creyente, convencido del amor de Dios, por poner paz allá donde aparezcan las dificultades; una humanidad donde se valorara la esperanza como elemento que vertebra el conjunto de la sociedad, no como una ilusión sin más o un simple deseo, sino como una realidad posible hecha vida y presente en quienes son el futuro de nuestra sociedad: los niños, los jóvenes, también las familias. No me estoy refiriendo con esta afirmación a una esperanza que sea solo optimismo, tampoco es un deseo de que todo pueda salir bien en el futuro más o menos cercano, hablo de una convicción que nace de la reflexión profunda de la experiencia de lo que estamos viviendo y de lo que hemos vivido.

Valorando el esfuerzo como una posibilidad cierta de que con un conjunto de iniciativas que se orienten en este sentido el resultado será manifiestamente alentador. El cambio podrá ser una verdad presente en nuestros pueblos y ciudades; civilizaciones donde comiencen a estrecharse lazos de fraternidad y de concordia; lugares donde el llegar a acuerdos en pro de todos sea el fundamento de las diversas estructuras que conformen la propia esencia de un país.

Sé que puede parecer una quimera, un ensueño, una fantasía, pero yo deseo unirme hoy a esta plegaria que hemos escuchado por el bien de todos los pueblos para facilitar en la grave crisis a la que nos enfrentamos que la existencia sea más amable, más sencilla, en definitiva, más compasiva y cuidadosa con quienes ya están comenzando a ser los más débiles de esta pandemia.

Qué nuestra petición, como nos indica la canción con la que he comenzado este momento que comparto con vosotros, sea como la de un niño: sencilla, nacida del corazón, con humildad, llena de fuerza y con una confianza plena en que va a ser escuchada por quien nos asiste en todo momento, por quien concede la fortaleza, la solidez y resistencia material y espiritual para que en los momentos débiles resplandezcamos con un brillo que nunca se apague.

Seamos con nuestros ojos, con nuestra inteligencia, con nuestros esfuerzos, con la esperanza, con nuestra paz y con nuestra fe luz propia para los demás.

Dale al play para escuchar la reflexión completa.

Audio: Iván Bermejo, Párroco de San Marcos, Alcalá de Henares.

2 Replies to “Meditación Día 43: Experimentemos la fuerza y el poder de la oración”

  1. Preciosa canción y estupenda reflexión.
    Como cada día ayudándonos a llevar esta situación.
    Gracias padre

  2. ¡ emocionante oración ,y preciosamente cantada…! ¡ que el Señor nos guíe y no nos deje de su mano…¡ gracias, por esta meditación tan reparadora…

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