Dice el Papa Francisco que «la Palabra del Señor es luz en la oscuridad y nos ayuda a no tener miedo en las dificultades». Jesús en el Evangelio nos lo manifiesta hoy: «No tengáis miedo. Soy yo. Estoy con vosotros».
Bien es cierto que el miedo es libre y es un aspecto que acompaña en muchas ocasiones a la vida del ser humano. Si observamos a los niños, se asustan, tienen pesadillas, algunos de ellos gritan para que sus padres acudan a consolarlos. Necesitan la cercanía de quien les da seguridad y ayuda a vencer ese temor.
Tengo la experiencia estos días de poder hablar por teléfono con muchas personas que les ocurre esto mismo. La incertidumbre del momento, la pérdida de amigos, familiares, de gente cercana hacen que este sentimiento aparezca en sus vidas y perciban cómo el miedo, el temor va anidando en su corazón.
En el atardecer de esta situación necesitamos esa Palabra que hable con rotundidad y dulzura y nos ofrezca el bastón que siga sosteniendo nuestra vida. La fuerza del mensaje de Jesús resucitado es un gran asidero que permite vencer cualquier dificultad. Solo necesitamos buscar nuevamente en nuestro interior y sentir esa fuerza sobrenatural que nos asiste y protege en todo momento.
Los días van transcurriendo, algunas veces lentos y pesados, otros se hacen más llevaderos. El cansancio se muestra evidente y parece que esta situación no va a terminar nunca. Los esfuerzos que estamos realizando todos tendrán una recompensa incalculable. Ya se acerca el fin de esta situación. Confiemos y podremos sentirnos aliviados, al menos, en este confinamiento que a veces impide que veamos el sol detrás de las nubes.
Os invitaría hoy, al igual que hacía el Papa a los niños, a que por unos instantes soñáramos a lo grande. Paraos a pensar en cuántos proyectos e ilusiones hay que seguir realizando. Deteneos en el mañana. Sentidlo cercano y esperanzador, no exento de dificultades que seguro serán bastantes y muy duras muchas de ellas, pero nunca podrán vencer el deseo y el trabajo por continuar en este camino de la vida. Si así lo queremos, descubramos y sigamos el proyecto de Dios trazado para nosotros, basado en la atención primordial a toda su creación y a lo más bello de este mundo: nosotros, los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, destinados a lo más alto, esto es, a vivir felices para siempre.
Si tenemos la seguridad de que Dios, de que Jesús, está cerca de nosotros, no tenemos nada que temer, todo será más sencillo y juntos haremos posible que nuestros temores desaparezcan aportando soluciones que miren a la persona y a sus necesidades reales y concretas.
Pensad por un momento cuál puede ser el proyecto de Dios. Nunca puede ser la destrucción, siempre será construir. No será la tiniebla, sino la luz. Nunca veremos la falta de color en su obra, sino la diversidad de colorido con la que se dibuja el mundo. No será el llanto o la tristeza, sino la alegría y el gozo. Nunca la muerte, sino la vida y la vida vivida en plenitud.
En este futuro ilusionante que nos sigue esperando resulta necesario definir bien nuestras prioridades, siempre con honestidad, dejando a un lado los gustos o apetencias personales. ¿Cuáles han de ser las preferencias que aparten de nosotros ese temor a lo desconocido, a lo que pueda venir o suceder? Yo os sugiero algún planteamiento:
1.- Dios. Siempre cercano a nosotros, lleno de vida, de misericordia y de paz.
2.- La familia (nuestros padres y hermanos) y la familia de la fe. Sus lazos son muy importantes y serán de gran ayuda en todos los momentos y situaciones.
3.- Los amigos. Aquellos que te acompañan, con quienes te diviertes y compartes muchos momentos de tu vida. Decía Walter Winchell, periodista, inventor de la llamada columna de sociedad actual, que «un verdadero amigo es el que entra cuando el resto se va». Tengámoslo en cuenta.
4. Los estudios o el trabajo como modo de realización personal. Es importante saber valorar el trabajo y el estudio como lugar donde crecemos en nuestra identidad y en el desarrollo de nuestra persona.
5.- Saber disfrutar de la vida a pesar de los problemas y dificultades que puedan surgir. Ellos harán posible que aprendamos a ser mejores.
Hace poco me enviaban un mensaje que decía: «No hay que tener miedo cuando todo se ponga tan oscuro. Recuerda que en la oscuridad es cuando salen las estrellas».
Dale al play para escuchar la reflexión completa.
Grandes palabras en estos días tan difíciles, esperemos acabe pronto el confinamiento.
Pronto saldrán las estrellas.
Confiamos en ello!!
Gracias por estas hermosas palabras que nos ayudan a llevar esto un poco mejor.
Esperemos ver pronto las estrellas y que brillen más que nunca.
Un saludo
¡ en ello confiamos, Padre !l¡ ¡¡gracias por recordarlo de manera tan bella!…el Señor le bendiga tambien…