«Mira mi corazón lleno de amor y de misericordia que tengo por los hombres, especialmente por aquellos que se han desviado del camino del bien». Esta oración que pone ante nosotros Santa Faustina Kowalska en este domingo de Pascua, domingo de la Divina Misericordia es un buen comienzo para la reflexión de este día.
Esta fiesta, instituida hace veinte años por San Juan Pablo II en el tiempo de la Resurrección, nos recuerda la importancia de sentir la ayuda de Dios que se hace realidad en la existencia de las personas que conformamos este mundo. La frase de Jesús a Tomás, uno de los discípulos que no se encontraba presente en la aparición del Señor tiene este sentido:
– ¿Por qué dudas, Tomás? ¿No sabes que mi misericordia y mi amor es infinito? No seas incrédulo -dirá Jesús-, sino creyente. Dichosos aquellos que crean sin haber visto.
Es necesario tener Fe, una Fe que no es ciega, sino una fe con un referente y una expresión clara: el amor y la misericordia de Dios. Teniendo como fuente esta certeza, viviremos de forma más real y concreta nuestra oración comunitaria, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la Eucaristía (en la fracción del pan) y entenderemos el significado y el valor de ponerlo todo en común tal y como nos relata hoy el libro de los Hechos de los Apóstoles. Es lo mismo que hacían las primeras comunidades cristianas nacidas de la Resurrección del Señor.
Todo parte del amor inconmensurable de Dios y todo tiende hacia Él. No busquemos más allá. Solo en Él, en Dios, en Jesús, encontraremos el consuelo y las fuerzas que nos capaciten para afrontar humana y espiritualmente esta recta final del confinamiento que ahora vivimos. Santa Faustina decía que «cuanto más grande es el sufrimiento, tanto más puro se hace el amor» y esto es lo que muchos están padeciendo y sintiendo en sus propias familias. Compartir el sufrimiento, los sinsabores, las penas, las tristezas… con el Señor será de gran ayuda, pues sentiremos más cerca de nosotros ese corazón deseoso de seguir amándonos y acompañándonos en este duro trance de la vida.
Si nuestra vida de oración y de vivencia espiritual se nutre de esta forma, ya real desde Cristo, las consecuencias prácticas que hemos de observar y, también, poner en consideración tienen un sentido cargado de humanidad y de fraternidad, pues compartir, ofrecer lo que tenemos, hacer oído a lo que se nos pide y prestar auxilio en los momentos delicados partirá de ahí mismo, de ese encuentro renovado con el Señor que también nos ofrece su mano y hace que los rayos de la Verdad, de la Justicia, de la Caridad, de la Bondad, de la Misericordia, de la Compasión se hagan presentes en nuestra vida para que unidos estos rayos entre sí e iluminándonos con su fuerza que brota de su corazón podamos hacer que todas las realidades personales, existenciales, morales, éticas, sociales posean un prisma distinto y puedan volver a ver a la persona en todo su conjunto, con toda su riqueza, valorando en su justa medida como un don precioso y altísimo la vida por encima de todo.
No olvidemos que somos hijos de Dios queridos por Él. Los bautizados, templos del Espíritu Santo, hemos sido creados a imagen de Dios por eso nuestra vida y la vida de nuestros prójimos tiene un valor sagrado y un carácter inviolable. Aquí también hemos de ver la misericordia y el amor de Dios y saberlo expresar prácticamente desde nuestra Fe, sin complejos, sin temores, con valentía, con determinación y convencimiento.
Decía el Padre Jerzy Popiełuszko, sacerdote mártir polaco, que «decir la verdad con valor es un camino que conduce directamente a la libertad». No tengamos ningún miedo, el amor de Dios está presente entre nosotros. El testimonio de los apóstoles, de los discípulos, de los mártires nos ayuda. Contemplemos a Jesús resucitado y sintámonos invitados a seguir la ruta que Él nos marca y que nos conducirá, dejando a un lado el camino tortuoso y lleno de obstáculos, a la senda verdadera del encuentro con el Bien único, lleno de vida y de paz.
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¡¡gracias de nuevo, por estas palabras de aliento y esperanza!!¡¡ que el Señor le acompañe y bendiga!!..
Een estos tiempos viene muy bien unas palabras de esperanza y aliento