Hace un tiempo tuve dos experiencias que me hicieron pensar, dos momentos surgidos de situaciones distintas, pero que poseen un denominador común como veréis:

La primera de ellas fue teniendo en brazos a un niño, muy querido por mi, que vino a visitarme y a pasar el día junto con sus padres y hermana más mayor. En un momento determinado los padres tuvieron que comprar en una farmacia un medicamento que les hacía falta y allí, en lo alto de la zona del mostrador, se encontraba la imagen de la Virgen que se venera con gran devoción en este lugar. Yo preguntando al niño que si sabía quién era, me dijo convencido, pero desde su coranzocito: «es la madre de Dios». El farmacéutico que lo oyó se conmovió, al igual que yo mismo, y quiso premiar al niño con un caramelo que, por supuesto, aceptó gustosamente.

La otra circunstancia surgió momentos antes de comenzar la celebración de la Santa Misa, en los días de la Navidad, muy próxima la llegada de los Santos Reyes Magos. Pregunté a uno de los niños que habitualmente me ayudan en la Eucaristía dominical si había escrito ya la carta a sus Majestades de Oriente y me respondía de manera afirmativa. La pregunta que sigue a esa respuesta es obvia:

– Y ¿qué les has pedido? -dije yo. A lo que el niño me dijo:

– No he pedido nada material.

– ¿Ah? ¿No? – pregunté extrañado por la afirmación tan rotunda que el pequeño me hacía.

– No. – Me volvió a responder él y prosiguió-: Yo lo único que les he pedido a los Reyes Magos es que mis amigos tengan más Fe.

Dos momentos extraordinarios que teniendo como protagonistas a los niños, una vez más, nos enseñan y nos ayudan desde la sencillez a afirmar la presencia de Dios, del Señor, de su Santísima Madre en medio de nosotros. Doy las gracias al pequeño Iván y a Darío por hacerme pensar en esos momentos y en otros.

Hoy os invito a que demos gracias a Dios por el día que nos ha concedido y que le podamos decir:

«Señor, te reconozco presente en mi y en medio de mis hermanos. Actúa con tu poder y tu fuerza. Asístenos y ayúdanos a ir venciendo las dificultades que aparecen en el transcurso de los días que son duros y difíciles. Haz que pueda mirar al futuro incierto con deseos de esperanza y, venciéndome a mí mismo, haz posible que también pueda hablarles a los demás con la misma humildad y sinceridad que los niños, con la misma naturalidad que ellos para seguir reconociendo este camino de la vida que ahora se presenta ante nosotros de este modo tan singular e inexplicable».

Dale al play para escuchar la reflexión completa.

Audio: Iván Bermejo, Párroco de San Marcos, Alcalá de Henares.

2 Replies to “Meditación Día 34: Sigamos el camino con la misma sencillez que los niños”

  1. Los niños son también nuestros maestros. Ya lo dijo el Señor, que si no nos hacemos como ellos… Tenemos demasiado respeto humano y quizás nos falta una fe más auténtica, lo cual nos impide ser sus verdaderos discípulos, anunciadores del reino y ser testigos de la alegría de su Resurrección

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