Hoy se proclama antes del Evangelio la secuencia que también se proclamaba en el día de la Pascua y se inicia así:

«Ofrezcan los cristianos

ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima

propicia de la Pascua»…

Durante toda esta octava de la Resurrección del Señor seguiremos repitiendo esta secuencia, que como hilo conductor, nos va llevando al Evangelio en la liturgia de la Palabra de estos días de gozo pascual. Es la proclamación gozosa y sentida de una alegría que brota del encuentro con el corazón de Jesucristo resucitado.

La alegría está en el corazón que conoce a Dios. Desde el descubrimiento que realizamos de modo personal tras una búsqueda en nuestra propia vida, aparece ante nuestra realidad existencial Dios mismo que es quien nos habla en la persona de Jesús y es desde esa manifestación desde donde se encuentra la Verdad que nos libera, la luz del amor de Dios que nos habla de su bondad y su presencia que acompaña dando sentido a toda nuestra vida. Y es desde aquí desde donde yo os invito a valorar el verdadero significado de la alegría cristiana.

Hay quien pudiera decir que no existen motivos para estar alegres con lo que sufrimos en estas semanas. No es difícil encontrarnos planteamientos, tal vez, demasiado existencialistas que hagan una apreciación totalmente distinta a esta que yo pretendo compartir con vosotros. Hay incluso quien dirá que ¿hay motivos realmente para percibir esa alegría? Si nos quedamos solo en lo que podemos entender por alegría desde un punto de vista simplemente humano, posiblemente cabría la posibilidad de detenernos por algún tiempo en esta consideración. Pero yo deseo hablaros hoy, lunes de Pascua, de una alegría que traspasa las fronteras de lo humano, pero que está presente en nuestra vida personal y social si sabemos acogerla y entenderla como conviene. Yo quiero hablaros de la alegría de Jesús que es, también, la alegría de Dios.

A la luz de lo acontecido en la noche de la Vigilia Pascual, la historia de la humanidad ha sufrido un cambio profundo y radical. Ya nada resulta igual. Existen motivos reales para poder experimentar la esperanza, una esperanza que no nos ha defraudado pues es esperanza de vida, esperanza de luz, esperanza de paz y compromiso rotundo con nosotros. Esta afirmación, que no resulta como un mero sentimiento e ilusión, surge de una experiencia fundamental y esencial para la vida del creyente, para el discípulo de Jesús, en definitiva, para el cristiano.

Este descubrimiento hace que en el camino de estos días de Pascua se nos permita recordar aquello que decía el salmista: «Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio?» Miro al cielo, invoco al Señor, le pido que me ayude a sobrellevar estos días y las noticias que van apareciendo en el transcurso de las diversas jornadas, aquellas que son más generales y las que son más personales, pero sé en todo momento que el auxilio me viene dado por Él que es el creador del cielo y de la tierra. Nuevamente un motivo más para que la alegría del creyente sea significativa y eficaz en el conjunto de nuestra sociedad.

San Pablo nos dirá: «Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?» Esta es la fuerza más positiva y más profunda que necesitamos en estos momentos y ante esta pandemia que aqueja nuestras vidas. Si realmente queremos responder a la llamada universal que el Señor nos hace a todos, que es a la Santidad, pensemos por un momento en el sentido que damos a la alegría así vivida junto al Señor resucitado. Decía el Papa Francisco que esta es la verdadera santidad: buscar esta alegría y ser santo desde aquí porque «un santo triste es un triste santo».

Las dificultades que aparecen ante nosotros no pueden ni deben ser respondidas con miedo. «No temáis», nos dice el Señor hoy en su Evangelio. Junto con la alegría estas son las dos palabras que deseo significar y compartir con vosotros en esta reflexión.

Teniendo la seguridad de que Dios está cerca de nosotros, el mundo tiene que presentarse ante nosotros de una forma totalmente distinta y el miedo ha de desaparecer de nuestras mentes. Resulta cierto, que es muy humano, sentir este miedo, pero no es cristiano dejarlo hacer brecha en nuestro corazón ni, mucho menos, en nuestra alma. Decía yo en una reflexión anterior que el miedo no es un buen compañero de viaje para el que desea responder a Jesús con sinceridad y coherencia de vida.

La persona miedosa es esquiva al compromiso. Nunca dará un paso adelante y cuando llegue el momento no hará nada por dar testimonio de lo que ha visto y oído. No hemos de dejarnos seducir, en todo sentido, por los temores o los miedos de los otros. Sintamos en nuestro interior la llamada que el Señor resucitado nos hace. El Señor nos dice: «¿Quieres seguirme ahora? Sí, ahora, en este momento». Si la respuesta es afirmativa te invito a vencer cualquier inseguridad y temor. No mires hacia atrás. Confía en Él siempre y camina hacia adelante. Te aseguro que la recompensa final será muy gratificante y tus capacidades se verán manifiestamente ensanchadas porque Dios no va a pedirte nada que no puedas hacer y lo que sí que te aseguro es que estarás trabajando por el Reino dando una respuesta afirmativa a la misión que te hayan pedido por muy complicada que esta sea.

Hoy te llamo a ti a que descubras esa alegría del encuentro desde la Resurrección para que la vivas en profundidad como lo que realmente es y te animo a que seas valiente para darte un sí a ti dando una respuesta afirmativa a quien está siempre a tu lado y nunca te abandona.

Decía Santa Teresita: «Atrévete, no desaproveches esta oportunidad. Ten en cuenta que la alegría de vivir, de compartir, de amar y de ser feliz se hace presente en tu vida. Levanta tu mirada. Confía en que todo saldrá bien porque hay alguien que siempre está cuidando de ti, alguien que te ama tanto que dio la vida por ti y ese es Jesús resucitado».

Dale al play para escuchar la reflexión completa.

Audio: Iván Bermejo, Párroco de San Marcos, Alcalá de Henares.

3 Replies to “Meditación Día 30: Con alegría y sin temor demos un SÍ a Jesús resucitado”

  1. Estad alegres, nos dice el Señor y no tengáis miedo. Yo creo q en esta situación tenemos q superar la tristeza y el miedo de una manera urgente y pensar que si El está con nosotros todo es posible. Después de haber celebrado la Resurrección del Señor y escuchar estas palabra de ánimo debemos confiar en El y vivir y dar testimonio de nuestra fe. CON EL A NUESTRO LADO SEGURO QUE PODREMOS.

  2. Levanta tu mirada. Confía en que todo saldrá bien porque hay alguien que siempre está cuidando de ti, alguien que te ama tanto que dio la vida por ti y ese es Jesús resucitado. Hermosa palabras. Magnifica reflexion en tiempos dificiles..
    Muchas gracias.Don Ivan

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *