La celebración de la Vigilia Pascual ha dado comienzo a las fiestas del Señor Resucitado. La luz del cirio pascual presidirá todos los oficios religiosos que se realicen en las iglesias del mundo entero.

«¿Qué has visto, María, en la mañana?» -nos indica la secuencia recitada en el día de hoy- «A mi Señor Glorioso, la tumba abandonada. Los Ángeles, testigos; sudarios y mortaja».

La belleza litúrgica que acompaña estos días es la expresión viva de una realidad esperanzadora y llena de vida. La Resurrección de Jesucristo no ha de entenderse como la solución inmediata hoy a los problemas que tenemos, sino como una vía de fortaleza y de renovación nacida del amor de Dios mismo que no abandona nunca, como ya os he recordado en anteriores meditaciones, ni a su creación ni a sus criaturas.

El amor de Dios ha rescatado con su brazo todopoderoso a su Hijo muerto en la cruz y sepultado y nos lo presenta ante nuestros ojos no como una ilusión o una aparición fantasmagórica, sino como la promesa cumplida de lo que Él mismo, Jesús, nos había dicho antes: «A los tres días resucitaré».

«La piedra angular que desecharon los arquitectos se ha convertido (y es, desde este momento) en piedra angular». Es el Señor quien lo ha hecho, es un milagro patente. Llenos de gozo inmenso, pero con los pies en la tierra, celebramos la Pascua del Señor resucitado. Es ahora cuando nuestra esperanza ha de renovarse con mayor fuerza y se ha de vivir como una experiencia profunda y enormemente enriquecedora que nos permitirá vivir este paso de la muerte a la vida, del confinamiento al retorno a nuestras realidades y ocupaciones habituales.

La espera ha merecido la pena. La tristeza que nos embriagaba desde el prendimiento de Jesús en la noche de Jueves Santo hasta el día de ayer se transforma en un júbilo inmenso que desde este momento hace posible el que iniciemos esta Pascua de un modo distinto, pues realmente lo es. La Pascua de Jesús es un cambio total de perspectiva como lo es también de corazón. La experiencia del «hombre viejo» ha dado paso a la búsqueda de los bienes de arriba, aquellos que están escondidos con Cristo, como nos afirma hoy la carta del Apóstol San Pablo dirigida a los colosenses.

En este sentido quisiera reflexionar en la puerta del domingo de Pascua en torno a lo que supone una mejor vivencia, más particular, enriquecedora, más efectiva para con los demás desde esta visión paulina que os acabo de comentar y que me parece tremendamente interesante: ¿Qué supone buscar los bienes de allá arriba, aquellos que están escondidos con Cristo?

1.- Supone renuncia total y absoluta a aquello que puede comprometernos en negativo para la causa del Reino de Dios. Las actitudes, pensamientos y deseos que nos apartan de Dios corresponden a ese hombre viejo del que os hablaba anteriormente. La esperanza, la búsqueda de la verdad, vivir en la libertad de los hijos de Dios con una conciencia renovada y transformadora hará posible una construcción real y precisa de la civilización nueva, aquella que tiene como elemento principal el amor y la fraternidad entre todos los pueblos.

2.- Contribuir a que no exista la desigualdad social. Este es un elemento que está a nuestro alcance. No pensemos que pertenece solo al ámbito de los poderosos de la Tierra. La concienciación de la justicia basada en el apoyo a todos es algo que nos concierne a todos los hombres y mujeres de este mundo, también a nosotros como cristianos.

Esta concienciación hará que, como decía el Padre Werenfried van Straaten, fundador de Ayuda a la Iglesia Necesitada, «Dios deje de llorar en la Tierra». Escuchar el lamento de aquellos que más lo necesitan es un ejercicio de todos.

3.- El afecto hecho expresión viva. Esta circunstancia personal ha de ser vivida en primera persona, pues la Resurrección de Jesús nos hace ser hijos de Dios en el Hijo, en Jesús. Con su muerte y Resurrección estamos llamados a la vida y a entendernos todos como hermanos de un mismo Padre.

Hoy se ve realizado, en estos momentos, en nuestros hogares, este afecto desde la gratitud, el reconocimiento y la convivencia familiar. Detengámonos por unos momentos en estos tres aspectos:

– Gratitud. Gratitud en los pequeños detalles. Tenemos que saber hacer valer lo que el otro está haciendo por mi. No cuesta nada sonreír ante quien hace posible el que estos momentos y esta situación se vivan del mejor modo posible. Las madres o los padres preparando los alimentos, quienes hacen posible que desde sus profesiones podamos llevar bien esta situación de alarma por el Covid-19 y tantas realidades más o menos cercanas que tenemos a nuestro lado y que, insisto, no pueden pasar desapercibidas. La sonrisa, el gesto, las gracias dadas, también son Resurrección.

– El reconocimiento. Lo anteriormente señalado en cuanto a gratitud se refiere, nos conduce inmediatamente a valorar esta actitud que ha de hacerse visible de forma humilde y sencilla. Valoremos lo que caracteriza a una persona por su servicio en sí misma. No nos distraigamos exigiendo al otro cosas imposibles o cosas innecesarias, sino más bien eduquemos nuestro interior para que esa expresión salga de nosotros mismos. Hacer valer lo bueno que hace una persona por nosotros no nos humilla, al contrario, dice de nosotros la gran calidad humana y espiritual que aprendemos de Jesús. Recordad: Él siempre es nuestro referente. Cambiar el chip, como dicen nuestros más jóvenes, nos permitirá vivir mejor la Resurrección porque esto también es Resurrección.

– La convivencia familiar. Tal vez nunca hayamos tenido una experiencia tan extensa de compartir juntos en familia tanto tiempo, pero ¿hemos pensado el regalo tan valioso que es? Si lo vemos como una carga pesada insoportable, nos estaremos buscando a nosotros mismos, pero si lo vemos como un don, la convivencia familiar hará posible que esos encuentros y este en particular se experimente con un giro radical que me ayudará a descubrir todo lo que me pierdo en otros momentos. Y esto también es Resurrección.

Decía el Cardenal Basil Hume, figura de reconocido prestigio en la Iglesia de Gran Bretaña, que «el gran regalo de la Pascua es la esperanza cristiana que nos hace poner la confianza en Dios, en su triunfo final y en su bondad y amor que nada puede quebrantar».

¡Feliz Pascua del Señor Resucitado! 

Dale al play para escuchar la reflexión completa.

Audio: Iván Bermejo, Párroco de San Marcos, Alcalá de Henares.

One Reply to “Meditación Día 29: En esta Pascua pongamos nuestro corazón al servicio del otro”

  1. ¡¡ Feliz Pascua, Padre Iván!!…gracias de nuevo, por ayudarnos a «redescubrir» la Esperanza y el Amor en nuestro entorno y nuestras posibilidades de enriquecerlo y mantenerlo con confianza y bienhacer…¡ que el Señor le acompañe y le bendiga en esta Pascua renovada …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *