«El Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento». Así se introduce la liturgia de la Palabra hoy, Miércoles Santo. El profeta Isaías nos invita a espabilar el oído por la mañana para abrazar la realidad de Dios que desea hacerse presente en cada jornada, renovándola y transformándola por completo.
Yo no sé si consigo transmitiros esa palabra de aliento que necesitáis ahora en vuestras vidas, pero sí intento acompañaros en esta circunstancia tan especial. Eso es lo que yo pretendo compartir y es lo que os sugiero que hagáis con las personas que tenéis a vuestro lado, incluso con aquellas que físicamente no lo están. No importa que no sepamos qué decir o cómo decirlo, lo que interesa es hacerse presente y que los otros sepan que estoy ahí.
En este aprendizaje que juntos estamos haciendo, la humanidad ha de estar por encima de cualquier planteamiento religioso. Solo si entendemos qué significa este término y lo hacemos vida propia, podremos avanzar en el camino de la Fe, de la Esperanza y de la Fraternidad, tal y como recordábamos al inicio de estas reflexiones cuando comenzaba este confinamiento obligado para todos a causa de la pandemia que padecemos y que pretende asolar sin conseguirlo nuestras ilusiones, proyectos y deseos.
Decía Exupéry, el autor del Principito, que «veía humanos, pero no, humanidad». Considero y creo no equivocarme que si un aspecto positivo podemos entrever de lo que nos acontece es que vamos avanzando en humanidad. Nos interesamos algo más por los demás; estamos más pendientes de las necesidades y de la evolución de quienes están más afectados; hacemos lo posible por cuidarnos entre todos, cada uno desde nuestra circunstancia personal; realizamos diversos gestos a los que siguen trabajando por ayudarnos a salir victoriosos de esta batalla. Sin ningún lugar a dudas, estamos aprendiendo a sacar una enseñanza particular de todo este desierto donde van apareciendo en estos signos pequeños oasis que ayudan a atravesarlo de un modo más llevadero.
Tenemos que ser portadores y transmisores de humanidad, seguir creciendo para llenar de sentido todo lo que digamos y hagamos, tener presente que cada una de las acciones o palabras que realicemos o compartamos tienen que ir cargadas de emoción, de sentimiento, de atención particular para quienes van dirigidas. Así construimos humanidad, así renovamos a la humanidad, así también construimos el Reino y ayudamos a salir del abatimiento al que se encuentra cansado, a quien está agobiado, al que sufre. Así daremos, también, una ilusión renovada a quienes empiezan su vida desde la niñez hasta la pre-adolescencia y adolescencia. No olvidemos que los más pequeños, los más jóvenes de nuestros hogares ven en los más adultos un espejo donde mirarse. Si ese espejo brilla y está limpio, podrán verse reflejados con claridad; si ese espejo es coherente y comprometido, sembraremos en tierra muy buena y muy fuerte unas semillas que darán un fruto extraordinario y la sociedad que comencemos a reconstruir será distinta, más fraterna, más atenta, más humana.
Ya próximos a iniciar los días más intensos de la Semana Santa, unos días muy especiales para todos, haced vuestra, como yo también lo hago, la súplica del salmista en el día de hoy: «Señor, que me escuche tu gran bondad». Busquemos al Señor y revivirá nuestro corazón. Si estamos perdidos y no sabemos cómo empezar ese cambio del que os hablo, es un buen comienzo este que os señalo: invocar a Dios para que en su escucha podamos sentirnos iluminados y vayamos despejando la maleza que podamos encontrarnos en este noble empeño.
Si buscamos al Señor y no nuestros propios intereses o apetencias, nuestro corazón tendrá un latido distinto porque habremos entendido desde el amor y desde la Fe la importancia de la misión que el Señor vino a realizar en la historia de la humanidad. Sí, en esta humanidad que pareciera haberse olvidado de Él, en la que se vive como si Él no existiera, pero donde su presencia se siente viva y tremendamente actuante allá donde haya un corazón sencillo y humilde dispuesto a escucharle y dispuesto a servirle desde la propia respuesta personal con las personas con las que desarrolla su existencia.
Bella misión esta, confiada a todo aquel que se precie de ser discípulo de Jesús. Increíble llamada la que el Señor nos realiza para que entremos con Él en la Cena Santa, donde reviviremos la institución del mandamiento por excelencia: el amor fraterno, no un amor cualquiera, sino el que ha de ser imitado desde la unidad de amor entre el Padre y el Hijo; una cena donde quedará asentada para siempre una realidad actuante en la vida de la Iglesia, el sacramento por excelencia: la Eucaristía, el memorial que hace presente la pasión y muerte y resurrección del Señor Jesús y donde se nos dará una consigna antes de esta celebración: Todo es servicio, todo es entrega, todo es disposición, no mi disposición particular, sino aquella que surge de la escucha de Dios que es quien nos señala el mejor trayecto para poder llegar hasta Él y, por tanto, ser grande a sus ojos y lo seremos porque habremos sido aliento para los demás, habremos conducido a los otros desde la oscuridad de su vida a la luz. Seremos, así, servidores de la Verdad y de la Justicia.
¿Recordáis? «Por más que se lo destruya, el poder del amor como servicio siempre resucita; su fuerza está más allá de toda indicación humana, es la paternidad de Dios, fuente inalcanzable e incuestionable» (Papa Francisco).
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Si, es verdad que antes solo eramos humanos, pero la HUMANIDAD era muy poco visible.Es posible que lo que nos pasa ahora, cambiara un poco este procentaje y vamos a ver mas Humanidad…
Pero algo es cierto , y es la pura verdad : lo que leemos nosotros en su blog cada dia tiene un solo nombre y es para usted padre Ivan : «HUMANIDAD.»
OS AGRADEZCO PARA SUS PALABRAS DE ALIENTO Y PARA ACOMPAÑARNOS CADA DIA EN ESTE CAMINO TAN DIFICIL , Y TAMBIEN EN ESTA SEMANA SANTA.
Hasta mañana
Me quedo con esta última frase que creo que es muy importante durante estos días y será muy importante para cuando vaya acabando.
¿Recordáis? «Por más que se lo destruya, el poder del amor como servicio siempre resucita; su fuerza está más allá de toda indicación humana, es la paternidad de Dios, fuente inalcanzable e incuestionable» (Papa Francisco).
¡¡ preciosa y magnifica exhortacion!!…trataremos de tenerla muy oresente…¡¡ gracias de nuevo, y siempre, por este acompañamiento…