Resulta imposible separar la paz de la libertad porque nadie puede tener paz si realmente no es libre.
A lo largo de estas meditaciones intento acompañaros en un camino que hemos emprendido juntos, un camino impuesto por una realidad que todos estamos sufriendo en primera persona. Bien es cierto que no todos del mismo modo, pues diversas son las situaciones que se van presentando día a día ante nuestros ojos.
Esa vía que escogemos a través de la escucha de estas reflexiones es la del encuentro con Dios y encontrándonos con Él, el único que puede dar sentido a nuestras vidas, se nos invita, a través de su fuerza, a cogernos de la mano de Jesús que es el que nos habla de una libertad que nos procura la paz de nuestro corazón y nos invita a vivir plenamente como hijos de Dios.
No resulta difícil considerar el término libertad en nuestra sociedad contemporánea. Existen muchas definiciones de este término, como bien sabéis no todas ellas dan una explicación cierta de lo que es en esencia la libertad. Siendo o no conocedores de las diversas interpretaciones que existen, permitidme mi atrevimiento, una vez más, de acercaros a una posible definición de este término que brota no de mí mismo, sino de la búsqueda de una verdad que se encuentra en el interior de todos y cada uno de nosotros y que nos hace permanecer inquietos y en constante búsqueda.
Hasta que no encontramos esa verdad y en ese momento descubrimos un rostro distinto que nos mira fijamente a los ojos, es en ese momento es cuando hallamos la paz que ahora más que nunca necesita nuestro corazón y, por tanto, nuestra vida cotidiana. Por un momento, con las debidas distancias, os invito a recordar unas palabras de alguien conocido por todos, el pintor Pablo Picasso y pensemos que «todo lo que pueda ser imaginado, puede ser real».
Reflexionemos por unos instantes e imaginemos cómo puede ser la convivencia en nuestras casas, en nuestras familias, en estos días de confinamiento, donde parece y solo parece, pues no es así, confiemos, que nuestros proyectos se han disipado o se han perdido o donde los nervios y las diversas circunstancias hacen que existan momentos de fricción o abatimiento.
Si encontramos esa paz de corazón, nuestra actitud será distinta; si buscamos en nuestro interior e imaginamos cómo sería todo lo bueno que podemos hacer a corto o medio plazo, tal vez, no solo con nuestras propias fuerzas, sino con la ayuda de la fuerza y la gracia de Dios, podamos conseguirlo, podamos hacerlo real, ¿por qué no?
Imaginemos cómo sería un mundo donde todos pudiéramos emplearnos a fondo en hacerlo más agradable a los demás y pusiéramos nuestro empeño en hacerlo posible. Todo sería distinto, ¿verdad?, como posiblemente sea nuestro mundo cuando salgamos de esta situación. Nada será igual. Tengo la esperanza de que esta situación nos está haciendo reflexionar ya y las distintas iniciativas solidarias no solo están cambiando muchas mentalidades, sino que nos están interpelando y hablando de una libertad que habla de la libertad de otro que no solo la supone, sino que la entiende, la respeta y la ayuda.
Decía Nelson Mandela que «ser libre no es solo quitarse las cadenas, sino vivir respetando y potenciando la libertad de los otros». Seremos más libres y entenderemos mejor la libertad de los hijos de Dios si comprendemos esto y lo ponemos en práctica. Así, conseguiremos la paz en nuestro corazón y nuestra conciencia seguirá avanzando por el camino del bien y de la fraternidad universal.
No tengamos ningún miedo en vivir en esta esperanza, ni tengamos ningún reparo en buscar el bien por encima de todo; no tengamos ningún temor en encontrar en nuestro interior esa semilla que Dios nos ha dado para que haga germinar en nosotros con expresiones prácticas que hablan de comprensión, ayuda, caridad, escucha, de atención a la necesidad. Qué haga germinar en nosotros hacer todo lo bueno que, seguro, tenemos en nuestro interior.
No tengamos reparo a lo que puedan pensar de nosotros si con nuestro ejemplo de vida desde la sencillez, desde la humildad, hacemos presente al Señor en poner nuestro corazón en el corazón del otro o en mostrar la misericordia de Dios a través de nuestras acciones, de nuestras palabras o de nuestros gestos.
Decía la escritora británica Virginia Woolf, considerada una de la figuras del vanguardista Modernismo anglosajón del s. XX, cuya vida ha sido llevada al cine a través de dos obras: Mrs. Dalloway (1997) y Las horas (2002), que «no hay barrera, cerradura ni cerrojo que pueda imponerse a la libertad de mi mente», a lo que yo añado: ni tampoco hay barrera a mi descubrimiento en la bondad que existe en mi interior que me ha sido dada por Dios y me invita a hacer más sencilla y feliz la vida de los otros.
Dale al play para escuchar la reflexión completa.
¡ maravillosa interpelacion y muy emotiva!…l¡ El Señor le bendiga y siga inspirándole tan hermosas meditaciones! ¡ gracias!..