Algunos me habéis oído decir, en no pocas ocasiones, que la mentira tiene las patas muy cortas. La mentira y el engaño tienen una fecha de caducidad que tarde o temprano termina por descubrirse.

El Señor en el Evangelio nos dice que no hay nada oculto que no llegue a saberse y, de alguna manera, es lo que hoy se presenta a través de la Sagrada Escritura, desde el libro de Daniel hasta el propio Evangelio en la figura de las dos mujeres acosadas.

En un primer momento, el engaño pone de manifiesto la falta de confianza que sucede a esa mentira y que mata moralmente a la persona que dirige esa calumnia, esa mentira, diría yo, que mata para siempre desde el punto de vista moral. En el segundo caso, aparece representada la muestra del cinismo y de la hipocresía que es una constante en el mundo de entonces como también en el nuestro.

Ayer, el Papa Francisco, durante el rezo del Ángelus, afirmaba que hay circunstancias y actitudes en nuestra sociedad que hablan de muerte. No se refería él a una muerte física, sino a la muerte moral, a la muerte ética e incluso, diría yo, a la posibilidad de la muerte del alma que se aparta de Dios y que no ve consuelo en las realidades temporales del mundo porque su corazón no está satisfecho. El Papa hablaba de la falta de atención hacia el que sufre y eso es muerte. Decía él: la falta de atención al pobre y eso es muerte también; la falta de atención al que sufre por las calumnias y humillaciones de los otros y eso es muerte.

Nuevamente el Señor nos consuela con su palabra y con su obra de salvación presente en medio de nosotros y nos estimula para que, cayendo en la cuenta de nuestra realidad personal, no sintamos la condena de Dios sobre nuestras cabezas y convirtamos nuestra vida y nuestro corazón deseando tener una vida y un corazón lo más semejante al suyo. Sintamos la palabra de Jesús que se hace realidad en nuestra persona. Él nos dice: anda, ve, yo tampoco te condeno; pero nos dice también: cambia tu vida, valora lo que tienes, da gracias a Dios por ello y sal de ti mismo, para poder ver más allá de tu egoísmo y de tu insinceridad, para que se pueda vivir con coherencia los principios que el Señor nos ha transmitido.

Deseemos unirnos al salmista que nos recuerda y señala que aunque caminemos por cañadas oscuras como las de ahora, la incertidumbre, el pesar, la angustia, la desolación, el sufrimiento y tantas otras, sepamos que Él va con nosotros y no tenemos nada que temer.

Yo os invito hoy a reflexionar y os hago esta pregunta: ¿de qué nos sirve el engaño, la mentira? A Dios no podemos engañarle. Él nos conoce y conoce nuestro interior, conoce si vivimos en la hipocresía de nuestra vida personal o de nuestra vida de Fe. Nos engañamos a nosotros mismos y a veces perdemos un tiempo precioso que el Señor nos ha dado para poder revivir, para poder transformarnos, para poder convertirnos, para ser en verdad hijos de Dios.

No perdamos el tiempo en enjuiciar inmisericordemente al otro, al que vemos en sus errores. Ejerzamos, eso sí, la caridad y si no atiende a la corrección fraterna que le hagamos, encomendémosle al Señor para que cambie su vida y vuelva a reconducirse por el camino del bien.

No miremos la paja en el ojo ajeno y dejemos a un lado la viga que podamos tener en el nuestro. A veces caemos con cierta facilidad en esto y para realizar una corrección al otro, al hermano, tenemos que tratar, lo más posible, de ser nosotros sinceros y coherentes con nuestras vidas.

Fieles a Dios y fieles al Señor Jesús que nos habla con total claridad del camino de vida y del camino que ha de seguir aquel que desea cumplir con las exigencias del Evangelio. Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor y no para los hombres.

Dice San Pablo:

«Yo te recuerdo que aunque nadie vea tu esfuerzo, Dios lo ve todo». 

Dale al play para escuchar la reflexión completa.

Audio: Iván Bermejo, Párroco de San Marcos, Alcalá de Henares.

Imagen principal: iStock.

One Reply to “Meditación Día 16: No perdamos el tiempo en enjuiciar inmisericordemente al otro”

  1. ¡¡¡ como todas, nuevamente le agradezco Padre Iván, oportunas meditaciones …!! ¡¡el Señor nos ayude a plasmarlas en el ejercicio diario que nos indica ,Padre !
    !!

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