La incredulidad siempre ha sido enemiga de la Fe y de la confianza; no ha sido buena compañera en el camino del creyente. El Papa Benedicto XVI afirma que lo que le llena de estupor no es la incredulidad, sino la Fe y lo que le sorprende no es el ateo, sino el cristiano.

En la historia del ser humano, en innumerables ocasiones, se presenta esta incapacidad de creer, incluso en la historia de la salvación. El pueblo de Israel, como nos relata el Antiguo Testamento, cuando se apartaba de Dios y se aislaba de Él, sentía esa ausencia de Dios, obligada por sus actitudes en épocas de desolación y también de miseria. Cuando los ojos se volvían hacia Él y recuperaban la invocación al altísimo, la bonanza, la felicidad y el desarrollo volvían a hacerse presentes en la vida del pueblo como signo de la presencia de Dios que atiende siempre la súplica de aquellos que le invocan y que hace tanto por nosotros, en todos los aspectos de nuestra cotidianidad, en nuestra vida diaria.

Tenemos que ser capaces de decir con todo nuestro ser: te invoco, Dios altísimo; te invoco, tú que haces tanto por mi; hazte presente en mi vida.

Los días que vivimos nos ofrecen la posibilidad de escoger varios caminos en el ejercicio de la libertad que Dios nos ha concedido. Si deseamos seguir a Cristo como discípulos suyos, tenemos que seguir el camino de la esperanza y abrazarla con toda nuestra alma para que, convencidos del amor de Dios, sigamos mostrando su compasión, su misericordia, su bondad, su amor a un mundo que vive con miedo, con temor, con incertidumbre y, hasta, con gran angustia; este mundo nuestro que vive un hecho insólito, que nos hace a todos plantearnos nuestra vida, su profundidad, su misterio, su grandeza, su riqueza.

Es cierto que existen momentos en los que el ver rota nuestra dinámica personal puede llevarnos a tener cierta tristeza en nuestro corazón, que contagia sin querer a las personas que viven con nosotros. Yo os insisto nuevamente a superar estos momentos renovándonos interiormente con nuestra oración al Señor como cuando os he dicho: miremos hacia lo alto cuando le invoquemos a través de una plegaria.

La confianza en Dios que os sugiero va más allá de la repetición de oraciones sin más, que es un ejercicio muy noble y muy santo, pero lo que trato de deciros es que en nuestro pensamiento, en nuestro corazón, en nuestra alma, al implorar a Dios tengamos la certeza, la seguridad de que somos escuchados y de que la mano de Dios se posa sobre nuestros hombros. De este modo, el peso de los días se hará más llevadero y esa negatividad o esos pensamientos que se presentan ante nosotros podrán ser superados con la ayuda de la gracia de Dios, que es fuerza.

El escritor estadounidense Frank Clark dice que «todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas». Este es el proyecto que yo os sugiero para estos días, tratar de hacer la vida más feliz a las personas con pequeños detalles. Es realmente increíble el bien que puede hacerse realizando cosas muy simples, solo hace falta que lo deseemos desde lo más profundo de nuestro ser. No tengamos la menor duda de que si lo conseguimos ayudaremos a los demás a ir avanzando hacia un fin que llegará más pronto que tarde y ante el cual debemos permanecer todos fuertes y unidos.

Esta es una de las claves de la verdadera generosidad y de la búsqueda del bien: tratar de hacer la vida más sencilla, más feliz, en la medida de lo posible, a las personas que conviven con nosotros e incluso a aquellos a los que no vemos porque su presencia física no está a nuestro lado. Lo que realmente importa es la intención que ponemos en hacer felices a los demás con los pequeños detalles.

Si ensanchamos nuestro corazón y procuramos salir de nuestro solipsismo, de nuestro ser solitario, de nuestro ensimismamiento, aprenderemos a ver con los ojos del alma que son los ojos más profundos que tenemos y, también, más verdaderos porque nacen del regalo de Dios y, como bien sabemos, todo lo que viene de Dios es bueno. Nada puede ser malo, pues Dios en esencia es amor y bondad absoluta.

No tengamos miedo de intentarlo. No tengamos miedo a lo que estamos viviendo, sintámoslo con respeto, con conciencia, con Fe, atendiendo a las disposiciones que nos van llegando a través de los medios de comunicación con las medidas de seguridad que tenemos que observar todos, con esperanza. Pero tengamos una conciencia clara que para salir victoriosos de esta batalla que estamos librando tenemos que ambicionar los carismas mejores como decía el apóstol de los gentiles.

Estos días estoy siguiendo a un bloguero malayo y una de las cosas que dice es que «para ser los mejores debemos ser capaces de soportar lo peor». Yo amplío este pensamiento diciendo: «pero hagámoslo sabiendo que no estamos solos en esta lucha».

Dale al play para escuchar la reflexión completa.

Audio: Iván Bermejo, Párroco de San Marcos, Alcalá de Henares.

Imagen principal de Christian Cloe.

2 Replies to “Meditación Día 14: Cuidemos los pequeños detalles”

  1. «Te invoco , Dios altisimo ; te invoco , tu que haces tanto por mi ;
    hazte presente en mi vida .»
    Si decimos estas palabras de corazon , todo sera muy facil , sintiendo amor para nuestros familiares ,amigos, conocidos y desconocidos. ..
    Y cuando amas, los sentimientos se reflejan en nuestras acciones…
    Gracias padre Ivan para estar con nosotros un dia mas
    Hasta mañana

  2. ¡¡ es una meditación estupenda y muy conveniente para estos dias de angustia y ansiedad, de soledad y desconcierto…ocasion propicia , como dice Padre, para descubrir nuestra dimension real, y la enorme necesidad de Dios …¡¡ gracias de nuevo!!¡¡ que e l Señor le bendiga y proteja en esta singular singladura que atravesamos, para bien de todos!!…

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